A través de los años, recuerdo las palabras del Mosca que nos decía que había que jugar con el silbato del referee y, lejos de ese pensamiento infantil primigenio de sacarle el pito para pasárnoslo entre nosotros, se refería a que el juego sigue a menos que el referee, que imparte las reglas del Viejo Juego lo mejor posible, lo detenga con la acción de soplar el silbato y que se escuche.
A veces, en el fragor de la batalla uno podría no escuchar ese ruido brutal, pero en general lo que ocurre es que a veces es difícil detener el ímpetu a tiempo. Pero lo que suele pasar hasta que aprendés de qué se trata, es que cuando vemos una infracción que nos parece obvia, en seguida bajamos el ritmo esperando que el referee cobre la pena.
Me ha tocado aprender mucho de los referees a través de tantos años de jugador, entrenador y espectador, y es verdad el dicho que ellos repiten por lo bajo, de que a veces en el rugby se cometen varias infracciones al mismo tiempo, y también es verdad de que alguna de ellas se les puede pasar frente a sus propios ojos, sin ninguna mala intención.
Una de las cosas que ha cambiado es que ahora, el tiempo de juego se detiene en algunas ocasiones: reemplazos, atención médica, alguna conversación del árbitro, el pedido de TMO cuando está disponible y en este mundial, el par de minutos para refrescarse que se solicita en la mitad de cada tiempo, debido al intenso calor con que se juegan los partidos en Francia. El control del tiempo de juego se vuelve vital debido a estos «stops» y también a la nueva regla del tiempo máximo que tiene un pateador para ejecutar un penal o conversión a gol a los palos. El reloj pasa a ser un aliado vital para el referee y una referencia muy necesaria para los jugadores que toman determinaciones de acuerdo al tiempo que falte para finalizar un tiempo o el partido.
Pero en Francia 2023 ningún árbitro de los top12 lleva reloj en su muñeca. Ni uno. Y eso se debe a un boicot que los jueces llevan adelante contra la firma patrocinadora de los relojes, la suiza Tudor, que en Japón 2019 le regaló un reloj deportivo a cada uno de los referees en cuestión. Y entonces, ¿cuál fue el problema?
Resulta que un muy importante referee ya retirado (que nadie lo dice pero debe ser Nigel Owens) decidió vender el reloj que le había sido obsequiado y la firma de relojes Tudor puso el grito en el cielo. Yo pienso que si me regalan algo ya es mío y puedo hacer lo que yo quiera, pero la gente de la marca indica que esos relojes no podían venderse y que ese es un acuerdo «básico» de cualquier contrato comercial. Entonces, la marca, que tiene contrato con la World Rugby por 7 años (desde 2017, lo que caducaría el próximo año) y que «obligó» a los oficiales (referees) a que paguen el adminículo de su bolsillo, y que solamente podrían usar otra marca si la misma es Garmin, ya que no lo consideran competencia.
Por supuesto que los muchachos del pito dijeron nones y podrán ver que los oficiales principales no llevan relojes en sus muñecas y que el tiempo lo manejan desde afuera de la cancha. Obviamente hubo un cruce de correos electrónicos entre la asociación de árbitros y la empresa relojera, y los jueces explicaron que en ningún lado decía que debían pagarlos, por lo que sólo quedó la cláusula de que o usaban la marca de marras o la del smart watch.
En el Mundial de Rugby de Francia, si un jugador le pregunta al referee cuánto falta, el juez dirá -«la verdad es que no tengo idea, espere que le pregunto a la señora rubia de la fila 1».
De esta spequeñas cosas también está hecho el rugby moderno y tanto es el negocio que se deben cumplir con cláusulas extrañas e inadecuadas, y que también deciden que si recibís un regalo, no lo podés vender. ¿Se podrá ceder sin fines de lucro?
Mi mamá decía, sobre sus regalos: -«Más te vale que estén ahí (en mi casa) cuando yo vaya».
Pero los muchachos del silbato, no están de acuerdo.
Marcelo Mariosa