Para todos los que hemos disfrutado del Viejo Juego, desde adentro o desde afuera, se siente una inmensa alegría poder seguir siendo parte de alguna manera, aunque sea al costado de la cancha o, como se estila ahora, sentado en una tribuna del material que sea. Es que, en la mayoría de los clubes, antes, no había tribunas y los asistentes se abrazaban a la baranda perimetral, si la había, porque en muchos clubes había un par de alambres, o una alambrada cortada al medio. Que haya tribunas en la mayoría de los clubes de casi todas las categorías quiere decir que muchas más personas asisten a ver los partidos.
El Mosca nos hablaba del rugby de antes a nosotros, que habíamos salido recientemente de la pubertad, es decir, que nos contaba historias de hace al menos setenta o más años. Tiempos en que el try valía menos, como he contado en varias oportunidades, aunque la valoración de los penales y los drops no han cambiado a través de la historia.
Estamos a “minutos” de que el rugby de clubes vuelva a jugarse en Argentina y en los países de la región donde se juega el “Union”, fantástica denominación para hablar del rugby de quince jugadores, lugar que fuera el último reducto del rugby amateur de primer nivel, aunque sobre esto podemos hablar muchas horas. Recuerdo con cierta fruición que, siendo invitado a colaborar con el programa radial Rugby XV & Sports, que tenía una audición de una hora los domingos en una radio que no puedo recordar su nombre pero que creería era en donde estaba Radio Rivadavia, en plena Capital Federal, y Nino Parisi, o mejor dicho, el doctor Antonio Parisi (MN 2420) una eminencia en enfermedades de transmisión sexual y SIDA, que había jugado de centro en el Club Municipalidad (hoy Ciudad) de Buenos Aires, leía un diario francés, impreso con tinta color sepia, donde en la sección de clasificados pedían jugadores de rugby para cumplir trabajos regulares de medio tiempo. Hablábamos ya de lo que se llamó el “rugby marrón”.
Competir contra un jugador que sólo se dedica a jugar rugby es, para un amateur que debe llevar adelante una vida normal que sería estudiar y trabajar, además de jugar rugby, es simplemente un despropósito. Sin embargo, los que hemos hecho la segunda parte, entrenábamos los dos días que en aquellos años era menester (y que luego fueron 3) y los otros días excepto los viernes realizábamos actividades “privadas” en gimnasios, o en mi caso jugando squash, o corriendo. Recuerdo una mañana en particular que, llegando a mi trabajo veo pasar raudo en bicicleta a Tommy Petersen, que corría a la suya, montado en una bicicleta de las de antes, ayudando a ejercitarse fuera de los horarios del club.
Siempre hicimos todo lo posible dentro de la medida de lo posible, porque el Viejo Juego siempre exigió estar lo mejor posible, porque año tras año todo fue cambiando y sobre todo después de aquella gesta de 1965 cuando vino Izak van Heerden a decirnos cómo debían hacerse las cosas para ser mejores.
No es fácil. Los que estuvimos ahí lo sabemos. Los que llegaron bien arriba, más. El rugby sigue creciendo en los clubes de todo el país, a pesar de los malos tiempos, a pesar del sacrificio, a pesar de los costos, a pesar de que las canchas podrían no ser como quisiéramos, de que no haya referees. Porque el rugby esconde algo que nadie lo dice fuerte, y es la exigencia de buscar tus propios límites, dejándolo todo para que un grupo de amigos y compañeros alcancen un objetivo que no siempre puede ser cumplido. Y dejándote para siempre una enseñanza de cómo actuar frente a muchas cosas, si es que estás dispuesto a aprender, a ser humilde, a sacrificarte por el equipo y a devolver al Viejo Juego algo de lo que tantos maestros del rugby te han regalado, entregando su esfuerzo y su tiempo.
Marcelo Mariosa
Muy bueno Marce !!
Gracias por qué siempre nos traes algún recuerdo de algo que amamos tanto.
Abrazo.