
Hoy es un día muy particular, al menos en la Argentina, aunque entiendo que en casi toda América Latina se festeja el Día del Padre. Mi viejo peleó mucho desde demasiado temprano en mi vida por su salud, y se fue al cielo antes de que naciera mi hijo. Quedaron pendientes demasiadas charlas, muchísimas idas a la cancha, muchos partidos de rugby por ver y haber sentado sobre sus piernas a mi hijito. Sin embargo, aunque su derrotero haya sido breve, me ha dejado sólidos puntos de vista sobre muchas cosas, desde sus silencios y su fuerte mirada, desde su conducta, desde su lealtad y los valores que enarbolaba. Aunque no decía mucho, lo decía todo.
No pudo verme jugar muchas veces al rugby. Su salud le impedía ir demasiado lejos para verme jugar y mi vieja se quedaba a cuidarlo. Me hubiese gustado compartir mi amado deporte, aunque él no entendiera demasiado, yo hubiese podido explicarle algunas cosas y poder compartir alguno de los partidos que pasan por la tele y hasta llevarlo a la cancha. He batallado cada día para que su legado, o el que yo supe tomar, se transfiera a mi hijo.
Al mismo tiempo hoy es el Día del Rugbier Argentino. Aquélla pregunta de hace algunos años sobre si existía tal fecha, y encontrarla en la foto de Marcelo Pascual volando al in goal de los Junior Springboks, marcaba no sólo la mano arriba como Los Pumas, nombre que tenía menos de un mes de antigüedad, cuando en Rhodesia (hoy Zimbabue) el seleccionado argentino desembarcó con un yaguareté en el pecho ubicado al revés de como manda la historia (mirando hacia afuera) y los periodistas locales, que esperaban que el desconocido equipo fuera vapuleado, no pudo pronunciar el nombre del felino sudamericano.
Gracias al rugby, he tenido algunos “medios” padres que me han enseñado cosas muy valiosas, para el juego y para a vida, y siempre pongo en mis historias al Mosca, en representación de todas esas almas que intentan agregar sustento humano y deportivo a los jóvenes jugadores. Hoy también es el día de ellos, por padres y por rugbiers.
Cada uno de nosotros se va construyendo (y a veces destruyendo) un poquito cada día y está en nosotros tomar lo mejor de lo que nos enseñan y de lo que nos pasa para ser cada vez mejores, y eso es una actitud que se decide todos los días. El Viejo Juego te manda señales, que uno cree que son para jugar mejor, pero si sabés entenderlas, podés llevar esas enseñanzas a la vida misma, juzgar cuáles son las adecuadas, y jugar el juego que ese que termina cuando suena el silbato del final, que llamamos vivir.
Mi viejo debe haber visto casi todos mis partidos de rugby, desde donde seguro se encuentra y aunque no entienda demasiado, sabe cuánto he disfrutado y aún disfruto el juego. También el Mosca, y en silencio trato de pensar cuáles serían sus comentarios socarrones, y me río en silencio. De alguna manera, él y los otros “padres” me han dejado hermanos de la vida.
Feliz día doble para todos. El Día del Rugbier Argentino (19 de junio, el del 11 a 6 a los Junior Bokke) y el Día del Padre. Que el Buen Dios bendiga a todos los padres y los rugbiers.
Y que el Día del Padre sea todos los días. Y el del Rugbier Argentino, cada vez que pisamos la puerta del Club para entrar.
Hoy chocan los planetas. A festejar fuerte.
Marcelo Mariosa
Muy sentido homenaje a los que nos formaron: nuestros padres y el viejo juego del rugby. Gracias Begrito por esta reseña. Furia
Genial relato. Gcs negro por tu prosa
Excelente Negro!!!
Gracias por tan lindo editorial
El recuerdo de mi viejo q entre tantas cosa me hizo rugbier y saber sentir su espíritu
Impecable como siempre , mí querido Sr. Mariosa , abrazo de Scrum.